—¡Mateo!
Después de decir eso, me soltó y se fue riendo a carcajadas.
Está bien, no puedo asegurar que Alan lo haya influenciado.
¡La verdad, creo que él es peor que Alan!
Después de comer, Mateo me llevó a hacer muñecos de nieve.
Antes de salir, como no quería que me diera frío, me envolvió como si fuera un tamal.
Los guantes que me dio eran unos bien gruesos, de lana, de esos que le pidió a su asistente especialmente para mí.
Había nevado toda la noche, y la nieve me llegaba hasta los tobillos. Era perfecta para hacer muñecos juntos.
Primero hicimos dos grandes.
Mientras él usaba una zanahoria y botones para hacer la nariz y los ojos del muñeco, yo me puse a hacer dos muñecos pequeños al lado.
Entretenido, Mateo me miró y dijo:
—¿Por qué tantos? Hasta hiciste dos muñecos bebés.
—Pues, una familia tiene que estar completa, ¿no? Los dos grandes son papá y mamá, y los dos pequeños son los bebés.
—¿Qué tal? Una familia tradicional ¿No se ve feliz?
—¿Una familia tradicional...?
Mateo murm