La siguiente frase de Mateo ya no tuvo nada de seria.
—Parece que no eres de esas mujeres románticas que les gusta ir lento. Prefieres que vayamos directo a la cama cuando nos vemos. Bien, lo recordaré para la próxima.
—¡Mateo!
Tal como pensaba… este hombre no puede comportarse por más de cinco minutos.
Mateo me miró con esos ojos penetrantes suyos.
Su mirada siempre es intensa, pero cuando me mira así, con ese deseo acumulado, es imposible no sentir un calor especial por dentro.
Me subí el cuello del abrigo, molesta:
—¿Qué haces? No me mires así.
Mateo sonrió, bajó la mirada y dijo en voz baja:
—Tranquila, después tendré tiempo de mirarte todo lo que quiera. Incluso… ver “más”.
Ese “más” fue tan atrevido que sentí cómo me ardían las mejillas.
Agarré mi vaso de jugo y me lo bebí de un solo sorbo, intentando calmar el calor.
Justo en ese momento...
¡Pum!
Escuché un estallido afuera.
El cielo estaba lleno de fuegos artificiales.
Me quedé totalmente sorprendida.
Luces de mil colores esta