—Ese regalo lo eligió tu hermana con sus propias manos, y la mayoría de los platos también los preparó ella —decía mi mamá.
—Solo con eso, ya se ve el afecto que le puso. Pero ¿y esa muchacha? ¿Dónde está su afecto? Nosotros no lo vimos por ningún lado. Así que, Carlos, no debiste hablarle así a tu hermana.
—Ya, mamá, no la defiendas más. Tú la malcriaste —dijo Carlos.
—Desde que conocí a Mayi, me di cuenta del mal genio que tiene Aurorita. Como soy su hermano, siempre le he aguantado sus rabietas. Pero con ese carácter... ningún hombre la va a soportar.
Bajé la mirada con una sonrisa amarga.
Así que hasta mi propio hermano empezó a despreciarme...
Ya empezaba a preguntarme si en serio era tan desagradable como él decía.
Mi madre, en cambio, no dejaba de defenderme.
—¡Qué tonterías! Si hay un malcriado acá, eres tú. El carácter de Aurorita es de lo mejor. Lo que pasa es que estás completamente cegado por esa noviecita tuya. Pero no me importa, de todos modos hoy le vas a pedir perdón