—Ay, tú no lo entiendes. Es que me preocupa parecer descortés con ella y que eso afecte la relación entre tu hermano y su novia —dijo mi madre, suspirando.
—No va a pasar eso, mamá. Hiciste un buen trabajo—respondí, con una sonrisa.
Pero mi mamá volvió a suspirar, esta vez con un poco de preocupación en la cara.
De pronto, me miró con seriedad y me dijo con tono sentimental:
—Aurorita, lo más importante que tienes en este mundo es a tu hermano, y tú eres lo más valioso que él tiene. Pase lo que pase, siempre deben quererse y cuidarse mutuamente.
Asentí:
—Lo haré, mamá.
—Cuando yo ya no esté...
Mi corazón dio un vuelco. Preocupada, la interrumpí:
—Mamá, no digas eso. ¿Cómo que cuando ya no estés...?
En sus ojos vi un dolor difícil de describir, pero enseguida sonrió y dijo:
—Pues, es solo que ya estoy viejita, y al final no podré estar con ustedes para siempre.
—Nada de eso, mamá. Aún te queda mucho por vivir. ¡Yo creo que hasta pasas de los cien años!
—¿Cien años...? —repitió mi mamá,