Papá me dijo que estaba en una sala reservada en el tercer piso.
Subí directo allá.
Cuando abrí la puerta, me dio la bienvenida una nube de humo en la cara.
Me cubrí la nariz de inmediato, molesta.
Vi a papá sentado en el sofá, con cara de fastidio. A su lado, una mujer llamativa lo acompañaba.
Parecía muy joven, no más de veintitantos años.
Llevaba un maquillaje fuerte y un atuendo provocador. Era guapa, sí, pero se veía vulgar.
Según lo que mamá me había contado, la mujer con la que papá la estaba engañando era rica, inteligente y muy respetada.
Pero con tan solo mirarla una vez, me quedó claro que no tenía nada de “inteligencia” y mucho menos “respeto”.
Además, ¿una mujer joven, guapa, con dinero y talento en serio iba a fijarse en un hombre como papá, y encima aceptar ser la otra?
Intrigada, clavé la mirada en ella. Había algo raro en todo esto.
La mujer, al notar mi mirada, me dedicó una sonrisa provocadora.
Como una serpiente venenosa, se enroscó más en papá, y con una voz seduct