Capítulo 509
—Mateo —dije, casi riéndome de lo absurdo de la situación. ¡Él, el gran presidente de compañía, en serio está peleando por un trozo de pan!

Lo miré y lo reté a propósito:

—¿Y Camila no te hizo sopa de cordero en la madrugada? Pues toma eso y ya.

Mateo me miró, furioso y amenazante.

Esa mirada me hizo recordar de inmediato la vez en que me había torturado en la cama, con la misma ferocidad.

Tragué saliva y rápido dije:

—Está bien, está bien, te lo dejo, ya me voy.

Dicho esto, salí rápido de la habitación.

Sentía mi cara ardiendo de vergüenza. Me tapé la cara y corrí hacia el ascensor.

Por fin haberme abierto con Mateo se sentía increíble. Por fin, ya no trataba de defender a Camila a expensas de mi corazón.

Recordando cómo Mateo ignoró a Camila y decidió comer el desayuno que le compré, mi corazón se llenó de dulzura.

“Ding”, sonó el ascensor al abrirse.

Pero cuando entré, me detuve de inmediato.

Allí estaba Michael, sentado en una silla de ruedas, con las manos esposadas, y dos polic
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