Este Alan, ¡otra vez sale con sus cosas y no cumple nada!
Mateo me miró con esos ojos penetrantes, y la cara llena de burla y desprecio.
Me di la vuelta, fastidiada, y encima me topo con la cara igual de irritante de Camila.
Me tapé la cara con la revista. Pensé: “Esto va a ser un viaje larguísimo.”
Por suerte, cuando el avión despegó y se estabilizó, el sonido constante me ayudó a calmarme. Sin darme cuenta, me quedé bien dormida.
Dormía tranquila, hasta que la vocecita de Camila empezó a molestarme el oído, con ese tono medio chillón.
—Mateo, me siento mal... Creo que me mareé...
—Ahí tienes té, tómalo.
—Mateo, ¿por qué hace tanto frío aquí?
—Aquí tienes una manta, te la paso.
—Mateo, me da vértigo... Yo casi nunca viajo en avión… Me... me asusta…
—Tranqui, estoy aquí contigo.
—Mateo…
¡Qué fastidio!
Ya no pude seguir durmiendo.
Me moví en el asiento, me acurruqué y apreté la revista contra mis orejas para no escuchar.
Entonces, con esa voz de buena gente, pero toda fingida, Camila pr