Levanté la vista sin pensarlo y vi entrar a un hombre alto, de cara atractiva y actitud arrogante.
Era Waylon.
Traía a dos mujeres exuberantes agarradas de los brazos y un grupo de guardaespaldas detrás.
—Vaya, ¿hay drama por aquí? Mira cómo llora esa belleza… ay… hasta da pena —dijo, burlándose al ver a Camila.
Camila se secó las lágrimas rápido:
—Señor Dupuis, por favor, no se burle de mí.
—Jajaja, qué voz tan dulce… esta belleza sí que antoja —siguió él, dejándose caer en una silla, con una de las mujeres en brazos.
Aun así, sus ojos seguían clavados en Camila, como si quisiera comérsela con la mirada.
Y Camila, lejos de sentirse incómoda, parecía contenta. Tenía un aire de orgullo, como si disfrutar de la atención de Waylon fuera algo que debía presumir.
Bajé la vista sin darle importancia.
Sabía que Mateo no dejaría que le pasara algo de verdad.
—¡Vaya! Aquí hay otra belleza —dijo de pronto Waylon.
Justo cuando pensaba que estaba fuera de su radar, me lanzó una mirada.
Levanté la