Los ojos penetrantes de Mateo mostraban un poco de resentimiento detrás de esa apariencia amenazante.
Parecía que me odiaba de verdad por todo el daño que le hice en esos tres años.
Pensé en lo que le pasó a Ryan, y aunque sigo viva y bien, parece un milagro.
Ahora todo era diferente entre nosotros, y en su presencia tenía que controlar mi temperamento.
Al pensar eso, traté de calmarme y le sonreí:
—Señor Bernard, está equivocado. Usted es mi jefe, ¿cómo podría odiarlo?
—¡Ja!
Mateo sonrió con desprecio, como si pudiera leerme la mente.
Controlando mi ira, seguí sonriendo:
—Solo pensaba en algo. Un Bernard, alguien tan importante, ¿de verdad es capaz de abrir la cerradura de la puerta de alguien en la noche?
—¿Abrir qué?
Mateo me miró y se burló.
—¿No tienes la llave siempre en la puerta?
Me sorprendí.
¿Qué?
¿No saqué la llave de la puerta cuando llegué?
Mateo levantó la mano y puso unas llaves pequeñas en mi palma, sonriendo un poco:
—¿No sacaste la llave? ¿Se la diste a alguien más? ¿