Capítulo 285
Sentí una molestia profunda.

Esa mujer tan mala, ¿no puede pasar ni un día sin meterse conmigo?

Me volteé un poco, dando la espalda a ellos, y le dije a Lucy:

—La comida de esta cafetería está buenísima, mucho mejor que la que alguien intenta hacer para cierto señor. A mí me encanta este tipo de comida.

Lucy me miró sorprendida y no dijo nada.

De pronto, escuché la risa burlona de Mateo, que habló con ese tono indiferente suyo:

—Cierta persona no sabe lo que le conviene. Por mí, que se muera de hambre en la calle, ni merece lástima.

¡Ja!

Me reí para mis adentros. ¿Quién querría la lástima de un hombre como él? Qué tontería.

Ignoré todo y me concentré en comer.

Al lado de Mateo, la pobre Lucy apenas se animaba a comer, con bocados pequeños, muy cuidadosa y reservada.

Por ejemplo, el muslo de pollo, lo iba desarmando poco a poco, metiéndose cada trocito uno por uno. Me daba mucha pena.

Cuando yo ya había terminado, ella no había acabado ni la mitad.

Miré hacia la mesa de Mateo, todos sus
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