Mateo habló con una voz dura, como si sus palabras fueran una advertencia.
Por un momento, pensé que si Michael no me dejaba ir, Mateo capaz hasta sacaba un cuchillo para cortarme.
Al fin y al cabo, Ryan era la prueba de lo que podía pasar.
Tenía mucho miedo, y ya ni me preocupé por fingir delante de Michael.
—¡Suéltame, señor Michael! ¡Por favor, compórtate!
Michael se quedó callado un rato, luego me sonrió medio enojado antes de soltarme la muñeca.
Y ahí quedó, marcada en rojo, prueba de lo fuerte que me había agarrado.
De repente, escuché una risa burlona a mi lado.
Levanté la vista y vi a Mateo con sus ojos en mi muñeca, con una sonrisa que no tenía nada de amable.
¿De qué se reía?
Mateo siempre me mira como si yo no valiera nada. ¿Qué tenía de chistoso una marca en la muñeca?
Me quejé en silencio mientras bajaba la manga para taparla.
Para entonces, Michael y Javier ya habían salido del elevador.
Yo era la única que seguía adentro.
Rápido, empecé a empujar la mesa para sacarla.
Es