En ese momento, la mamá de Ryan le respondió al vecino, sonriéndole de oreja a oreja:
—No es nada, somos dos jóvenes peleando. Estamos intentando calmarla, nada más.
—¡No es cierto! ¡Están mintiendo! ¡Me drogaron! ¡Por favor, llame a la policía, le suplico que llame!
—Ay, niña, estás diciendo cosas raras, ¿ah?
La madre de Ryan era una actriz de primera. Un segundo antes su cara era pura maldad, y ahora otra vez tenía esa cara amable, casi maternal.
—Mi hijito es un poco torpe, pero dime tú, ¿qué pareja no discute? Puedes gritarle, puedes regañarlo, está bien, pero no exageres. Si haces una denuncia falsa y viene la policía, va a ser peor, ¿no te parece?
Al escuchar eso, el vecino de enfrente intentó calmarme también:
—Así es, pelear es una cosa, pero llamar a la policía ya es pasarse un poco, ¿cierto?
—¡No! ¡Esto no es una pelea! ¡Me drogaron! ¡Me quieren violar! ¡Por favor, ayúdeme, por favor!
Mi voz sonaba aguda como la de un animalito muriéndose.
Pero el vecino, queriendo evitarse p