Mateo se echó hacia atrás en su silla con toda la calma del mundo, mirándome como esperando que yo reaccionara.Bajé la mirada y me puse de pie, caminando despacio hacia donde estaban.Me paré frente a Camila y le dije, directamente:— Primero, Ryan no es mi pareja. Y segundo, la gente como yo, la gente normal, es así, sin lujos. Nunca vamos a estar al nivel de alguien tan... refinada como tú, Camila. Así que la próxima vez que me veas, mejor ni me saludes. No vaya a ser que se te pegue algo.Camila cambió la cara al instante. Se le notaba la molestia, aunque intentó disimularla:— Aurora, solo me sorprendió tu elección, no lo dije con mala intención. Igual seguimos siendo amigas, ¿no? Y además, seguimos teniendo ese vínculo con Mateo…— ¿Qué vínculo?Ya me estaba hartando. El mal trago de verlos otra vez y encima tener que aguantar provocaciones…La miré directo a los ojos, sin titubear:— Yo con tu Mateo no tengo ninguna relación. Así que...No alcancé a terminar. Mateo se levantó de
Me puse tensa de golpe y me levanté de un brinco, pensando que quizá había escuchado mal.Pero no, ahí estaba otra vez: los golpes en la puerta.Me acerqué con el corazón latiéndome en la garganta.— ¿Quién es? —pregunté, sin tocar la puerta.Silencio.Una mala sensación me llegó al pecho.Si fuera Ryan o mi hermano, ya habrían dicho algo.Pero nada.Todo callado.No... no puede ser Mateo, ¿cierto?Me subió el pulso. Me acerqué más, la voz temblándome:— ¿Quién es? ¡Si no dices nada, no voy a abrir!Otra vez ese silencio ensordecedor.Me hervía la sangre.— Te digo en serio, si no respondes, no voy a abrir.Pasaron varios segundos hasta que, por fin, una voz conocida sonó del otro lado. Fuerte, firme, seca:— ¡Abre la puerta!Sentí cómo se me agitaba todo por dentro.Era él. Era Mateo.No sé por qué me sorprendía que me hubiera encontrado tan rápido. Subestimé lo que puede hacer alguien como él. Le bastaron unas horas.¿Dónde más me puedo esconder?Me quedé apoyada en la puerta, con la
Pero cuando di un paso atrás, él dio uno hacia adelante.Y así, sin darme cuenta, ya estaba contra la pared.Mateo apoyó las manos a cada lado, dejándome sin salida. Estaba tan cerca que podía sentir su respiración. Tenía la mirada clavada en mis ojos, sin pestañear.Aparté la mirada con desesperación y pregunté, bajito:— ¿Qué quieres de mí?En el restaurante ya le había dejado clarísimo que no iba a volver con él.¿Entonces qué busca ahora? ¿Por qué aparece así, de noche, en mi casa?Él seguía mirándome desde arriba, con ese aliento cálido que me rozaba la cara y me hacía temblar. Intenté inclinarme hacia un lado para escaparme.Pero él bajó el brazo y me bloqueó.Lo miré, furiosa:— Mateo...Sonrió, solo un poquito.No sé si era idea mía, pero por un segundo, me pareció ver un rastro de dolor en su mirada.Aunque, tan pronto ese desprecio volvió a aparecer en su cara, me convencí de que lo había imaginado.— ¿Prefieres quedarte en este lugar antes que venir a vivir a una mansión con
Cuando Mateo puso su mano sobre la parte más sensible de mi pecho, sentí un miedo instantáneo y grité, atrapando su mano con fuerza.Estaba tan nerviosa que apenas pude hablar, mi voz sonaba diferente:— Mateo… ¿Qué... qué estás haciendo? ¿No dijiste que no… no tenías interés?Justo en ese momento, alguien tocó la puerta.Era la voz de Ryan desde afuera:— Aurora, abre, soy yo, Ryan.Mi cabeza iba a estallar. ¿Cómo había llegado Ryan otra vez?Miré a Mateo, que me observaba. Sus ojos, antes indiferentes, ahora se llenaron de ira.Se liberó de mí y apretó mi mano.Lo miré furiosa, pero él solo sonrió, burlándose.Ryan siguió tocando la puerta, preocupado:—Aurora, abre, sobre la carne... mi mamá y yo no terminamos de comerlo, se va a poner malo mañana. Lo traje para ti. Es tan caro, no lo desperdicies.Mateo se rio con desprecio y se acercó a mi oído, susurrando:— Mira, esto es lo que elegiste, un tipo que te trae las sobras que dejó él y su madre. Aurora, de veras, deberías ir a un mé
Por el bien de mi bebé, aunque me aterraba, sabía que tenía que decirlo.Mateo sonrió, apagó el cigarro y lo tiró a la basura. Se recostó en el sofá, y me miró con esa sonrisa que siempre me sacaba de quicio.— ¿Te gustó el tipo de antes porque no fuma?Me quedé muda.Este hombre de verdad tenía más imaginación que un pintor.Lo miré fijamente y le dije, con calma:— Mateo, no sé si lo vas a creer, pero Ryan es solo un compañero de trabajo. ¡Solo eso! Te pido que dejes de pensar que hay algo entre él y yo.— ¿Compañero de trabajo? —repitió Mateo, muy lentamente. Apoyó la mano en el respaldo del sofá y comenzó a tamborilear con los dedos, como si estuviera pensando algo muy profundo.Con él ahí, era imposible irme a dormir tranquila.Lo miré y le pregunté otra vez:— ¿Por qué viniste a buscarme esta noche? ¿Qué quieres?Mateo miró hacia la ventana, observando la noche, y después de un rato, dijo:— El brazalete que te dio mi abuela...— El brazalete lo reparé. Aunque tiene una grieta, n
Mateo Bernard me cogió por casi media semana. Por supuesto, yo también me lo cogí a él. Lo hubiera hecho a gusto, de no ser por el hecho de que él se aprovechó de mi estado. Él era tan solo un pobretón a quien yo no solo no dejaba que me pusiera ni un dedo encima, sino que también lo menospreciaba y pisoteaba.Ahora, irónicamente yo soy quien ha caído en la pobreza y la desgracia, y él, en cambio, ha prosperado. Pero, como si quisiera vengarse por toda su frustración, ahora de verdad me hacía el amor, y me lo hacía con mucha hambre de mi………Mi ahora esposo por error que vino a vivir a mi casa.¿Y por qué esposo por error? Porque, al principio, su hermano era quien me gustaba e incluso salía con él. Pero, en una reunión de fraternidad, terminé teniendo sexo con el hermano equivocado en medio de mi borrachera. Y todo el mundo se enteró.Al final, mi padre no tuvo más remedio que pedirme que me case con él, para no deshonrar a la familia. Así, él se convirtió en su yerno y acabó vivi
Al no tener nada más que hacer y de los nervios tan terribles que sentía, me puse como una niña de preescolar a jugar con mis dedos, mientras yo explicaba el motivo de mi visita.Me vio directo a los ojos, como cuestionándome esto me puse mucho más nerviosa. Pero luego, sonrió y me preguntó:—¿Y por qué crees que debería ayudarte?Sabía que pedirle el favor sería en vano, así que, nerviosa, sonreí tontamente y le respondí:—Entonces, supongo que mejor olvida que vine.Claro, después de cómo lo tratamos en el pasado, era un milagro que no buscara venganza contra toda mi familia. ¿Cómo iba siquiera a considerar ayudarnos?¿En serio porque había venido a suplicarle? Cuanto más lo pensaba, más se me arrugaba la cara de la mucha vergüenza, era bien ilusa yo.Di media vuelta para irme, pero él me detuvo.—No te vayas aún—empezó—, ¿habla a ver qué estás dispuesta a ofrecerme para que te ayude? Si vale la pena, no me importaría echarles una mano.Me quedé paralizada. Pensé y pensé, pero
—¡Mira nada más y donde me la vengo a encontrar! ¿Esa de allí no es la señorita Aurora, la dulce esposa del señor Bernard? ¿También por estos lares de fiesta? Ups, espera quizás me equivoco... ¿De fiesta y con uniforme del antro? —Su burla llenó el aire y fue seguida de un corridillo de rumores.Apreté con fuerza el carrito de bebidas. Inhalé profundo. De nada servía esconderme; ya me habían visto. Y ahora estaban decididos a humillarme, no tenía cómo escapar. Lo mejor para mí en ese momento era enfrentar la situación con la cabeza en alto, sin dejarme menospreciar. Quizá, con algo de suerte, hasta lograría sacarles una propina, jajaja.Por más vergonzante o no que fuera trabajar en un antro de noche, pero las deudas nos asfixiaban; cada día los cobradores golpeaban la puerta más fuerte. Mi padre no paraba de repetir que ya no quería vivir, mi madre lloraba sin descanso y mi hermano ahora trabajaba todo el día de mensajero. ¿Para qué seguir insistiendo en mantener un orgullo inútil y