La sangre empapó poco a poco su bata de hospital.
Me miró con intensidad y sus ojos se pusieron rojos, de una manera extraña.
Miré a otro lado y dije, seria:
—No vuelvas a aparecer frente a mí. Tú y yo no tenemos ninguna relación, y no hay motivo para seguir enredándonos. En esta vida, lo único que quiero es estar tranquila con Mateo. Antes fue tu hermana la que se interpuso y me dañó una y otra vez, y ahora eres tú. No sé qué odio tan grande tienen contra mí, que insisten tanto en separarme de Mateo. Tu hermana ya recibió su castigo. Yo no quiero volver a pensar en lo que pasó. Solo te pido que no te metas más en mi vida con Mateo, ¿de acuerdo?
Javier apretó los labios, tensó la mandíbula y cerró los puños. Sus ojos mostraron rencor y odio. Así que sí... él todavía no pensaba retirarse. Aún no quería dejar que Mateo y yo fuéramos felices. ¿Verdad?
De nada servía seguir hablando. Molesta, lo miré y le dije:
—Haz lo que quieras. Si quieres venir contra mí y contra Mateo, hazlo. De cual