Estaba sentado en una de las sillas del pasillo, mirándome fijamente, como si hubiera estado esperándome.
En cuanto Alan lo vio, se enfureció.
—¿Por qué está por todas partes en este hospital? Además, ya te reconciliaste con Mateo, ¿qué más quiere? —dijo con desprecio.
Mientras hablaba, Javier lentamente se paró y empezó a caminar hacia mí, aunque se notaba que le costaba moverse.
—Quédate aquí, yo voy a encargarme de él —dijo Alan molesto.
Lo detuve de inmediato.
—Ve tú al auto. Solo quiero decirle unas palabras y enseguida voy.
Alan quedó preocupado.
—¿Y si te hace algo?
—No te preocupes. Esto es un hospital y él está herido; no puede hacerme nada.
Aun así, Alan no quería irse. Su expresión dejaba claro que no pensaba dejarme sola; sabía que estaba vigilándome por Mateo, temeroso de que yo "volviera" con Javier.
Le aseguré, seria:
—Tranquilo. En mi corazón solo está Mateo, no voy a irme con él. Solo quiero aclarar algunas cosas, nada más.
Después de mirarme largo rato, Alan cedió