Alan se quedó inmóvil y enseguida jaló a Mateo del brazo. Le susurró:
—¿Qué haces? Hay cosas que, si se pueden evitar, mejor no decirlas por ahora. Ustedes apenas se arreglaron; ten cuidado, no vaya a ser que la hagas enojar otra vez.
Pero Mateo no le hizo caso; solo miró a Indira, que estaba completamente inmóvil.
—¿Indira no quería que yo me hiciera responsable y cumpliera mi promesa? Pues ya que están todos aquí, dejemos las cosas claras.
Apenas Mateo dijo eso, Alan se puso más nervioso todavía; lo jaló tan fuerte que casi le arranca la manga. La sangre seca en el pecho de Mateo ya se veía oscura; no sabía qué tan grave era la herida. Preocupada por que se le infectara, le dije:
—Mejor voy a buscar al médico ahora, y de lo de esa noche... hablamos con calma.
Apenas terminé, Alan abrió los ojos grandes y me miró sorprendido:
—¿Esa noche... lo de Mateo e Indira... tú... tú ya lo sabías?
Asentí.
—Claro que lo sabía.
Alan miró a Mateo con cara de susto. Me dio risa por dentro. A veces,