Yo no le respondí a Camila, pero, de repente, escuché una risa sutil y burlona al lado mío:
—Acabo de oír que Aurora se fugó de la boda. Casi me asustas.
Volteé hacia la voz; era Jeison. Estaba apoyado junto a la entrada del hotel; si no hubiera hablado, ni siquiera lo habría notado.
Cuando crucé miradas con él, un escalofrío me recorrió la espalda. Sonreía, sí, pero sus ojos… eran como los de una serpiente escondida entre la maleza, lista para morder sin aviso.
—Me preguntaba —dijo, con una sonrisa arrogante— cómo a alguien como Javier, tan guapo, de buena posición, podrían dejarlo en plena boda. Pero parece que todo fue un malentendido. Eso sí, antes casi destruye todas las mesas del enojo.
Miré a Javier por instinto.
Jeison exageraba; Javier era un hombre reservado; aun furioso, no solía perder el control en público.
Justo cuando pensé eso, Camila intervino:
—Exacto. Javier estuvo a punto de destrozar todo. Si Carlos no lo hubiera detenido, se habría llevado por delante todo lo que