Lo halagué un poco de más y, como era de esperarse, volvió a reírse a carcajadas. Por su tono, parecía que estaba de muy buen humor.
¿Y qué más daba? Si le gustaba que lo adularan, pues se lo decía; yo no perdía nada.
Con eso en mente, seguí endulzándole el oído:
—De verdad, eres la persona más brillante que he conocido; es como si me leyeras la mente. Si tengo algún plancito en mente, tú lo notas al instante. En estos días nos has controlado a todos sin esfuerzo. Frente a ti, yo soy solo una…
—Basta. Ya esto es exagerado, sobre todo viniendo de ti —me interrumpió Waylon, con un tono entre burlón y de advertencia.
Me atraganté un segundo, sin saber cómo continuar.
Aun así, esa llamada ya había despertado el interés y la curiosidad de Waylon.
De hecho, como guardé silencio, él terminó hablando primero:
—Vamos, dilo. ¿Necesitas que te haga un favor?
—Algo así… —respondí con una sonrisa amable—. Sí, hay algo en lo que quería pedirte ayuda.
—¿Y qué es? —preguntó enseguida Waylon, clarament