Por instinto, me acerqué y vi a doña Godines en la cocina.
Me miró y suspiró:
—El señor se llevó a Luki y a Embi a jugar desde temprano. Dijo… —hizo una pausa breve— dijo que, cuando despertaras, podías irte directo.
Escuché la voz de Javier detrás de mí:
—Eso fue lo que dijo.
Doña Godines le lanzó una mirada de disgusto y volvió a verme.
—El señor sabía que esos dos niños no iban a dejarte ir… así que se los llevó. Ay… no importa lo que pase, el señor siempre te pone a ti primero —murmuró con un suspiro.
Bajé la mirada sin responder.
Doña Godines volvió a hablar:
—Ayer estabas mal del estómago. Hoy el señor me pidió prepararte comida ligera… te dejó una sopa. Come antes de salir.
Dicho eso, regresó a la cocina.
Javier dio unos pasos hacia mí, con una sonrisa muy sutil:
—¿Otra vez te tocó el corazón? —me preguntó, sin ira, pero sin cariño.
Respiré hondo, reprimí mis emociones y me giré.
—No.
Javier me observó unos segundos con una mirada seria, difícil de leer. Luego alzó la mano y me