Capítulo 1348
En la oscuridad, sentí un calor familiar, casi como una vieja adicción, en el dorso de mi mano.

El cuerpo se me tensó un poco; hasta la respiración se me agitó.

Esa piel un poco áspera, esos dedos delgados... era la mano de Mateo.

Y cuando su mano rozó la mía, pareció estremecerse, como si el contacto lo hubiera quemado… pero la manita de Luki o de Embi, quien estuviera entre nosotros, la agarró con fuerza e impidió que se apartara.

Esa fuerza minúscula traía una obstinación imposible de romper.

Los niños se movieron, aunque dormidos, murmuraron algo inentendible; aun así, empujaron nuestras manos más juntas hasta que las palmas quedaron entrelazadas por completo.

A Mateo se le cortó la respiración un segundo.

Podía sentir su mirada fija en mí, intensa, penetrante.

Como si el cielo mismo estuviera apuntándome con un relámpago.

Desde el sofá se oyó apenas un roce de tela y un quejido suave.

Javier se había movido.

Ese sonido acabó con el silencio del cuarto.

El corazón me dio un vuelco.
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