Mi corazón dio un salto, y rápido le dije:
—No, ya se lo dejé claro la última vez. Él también tiene su orgullo, no va a volver a acosarme.
—Ja, ja, ja... —Javier miró hacia abajo y se rio un poco.
—Pensé que cuando viste que la persona que bajaba del carro era yo y no Mateo, te decepcionaste.
—No, ¿cómo puedes pensar eso? —respondí por instinto.
De repente, noté lo agotador que era jugar a esto.
No sabía cómo Camila pudo fingir tanto tiempo, ¿no se cansaba?
Javier volvió a sonreír y dijo:
—No es nada. Ve a jugar con los niños. Para el mediodía voy a tener que devolverlos, después de todo Camila está aquí, y Mateo todavía no está tranquilo.
Asentí.
Entonces, de repente, me preguntó:
—¿Quieres venir conmigo?
Dudé un momento, temiendo que pudiera malinterpretarlo.
Él continuó:
—Vamos juntos, aprovecha para hablar con él sobre el divorcio.
Mi corazón dio un vuelco, pero asentí:
—... Está bien.
Javier terminó de hablar y entró en la casa.
Yo, agitada, miré al suelo.
Por fin iba a tener que