—De ahora en adelante, para enfrentarnos a Waylon, no podemos seguir usando estrategias —dijo Mateo, con voz grave.
—Al final, vamos a tener que ir con todo.
Mi corazón dio un vuelco.
—¿Qué piensas hacer? —pregunté, inquieta.
Mateo no respondió enseguida.
Guardó silencio un momento, luego sonrió un poco y me miró.
—Aurora, ¿tú crees que este año vamos a poder pasar una Navidad tranquila?
Asentí con fuerza.
—Claro que sí. Falta medio mes para Navidad y este año la vamos a celebrar juntos: tú, los niños y yo.
Pensándolo bien, en todos los años que llevábamos casados, nunca habíamos pasado una Navidad de verdad feliz.
Esta vez tenía que ser distinta.
Apreté su mano con seriedad.
—Tienes que estar bien. Si tú estás bien, nosotros también vamos a estar bien.
Mateo me miró largo rato, luego sonrió.
—Sí... bien. Vamos a estar bien.
Las mordidas del mastín en su brazo eran profundas.
El médico tardó bastante en desinfectarlas y luego le aplicó la vacuna contra la rabia.
Cuando la sangre fue li