Como si no quisiera que me quedara pensando lo peor, Mateo volvió al tema de la ribera para distraerme. Dijo que la cita con Camila buscaba tantear si aparecería alguien a protegerla. No esperaba que, cuando él y su gente se escondieron, de verdad descubrieran a un grupo vigilándola.
Después de capturarlos, pensó en irse, pero cuando se acercó al auto me vio. Al principio no estaba seguro. Solo distinguió a una figura acurrucada bajo un árbol, pasando frío.
Mientras lo contaba, se rio con un poco de malicia. Le reclamé que no contestara el celular. Me preocupé, pasé frío por su culpa y encima se reía.
Entre más me molestaba, más se reía. Me abrazó y dijo: —En ese momento Carlos llegó y se llevó a Camila. Entonces me acerqué para confirmar si la tonta bajo el árbol era mi esposa.
—¡El tonto eres tú! —le respondí.
Se rio más y siguió: —Antes de acercarme te vi levantarte cojeando y caminar hacia el auto. Cuando te vi supe que eras mi tonta esposa.
—Mateo, el más tonto eres tú —le dije, m