Con sentimientos encontrados, Carlos miró a Valerie. En su cara apareció un destello de dolor.
Después de un largo silencio, me dijo en voz baja:
—Tranquila. Entre Valerie y yo... no pasó nada.
Miré a Valerie.
Tenía la cara pálida y los ojos hinchados de tanto llorar.
De su boca escapaba un nombre una y otra vez: Alan.
Parecía que, pasara lo que pasara con Carlos, ya no le importaba.
Solo quedaba Alan.
Pero Alan había entendido todo al revés. Se fue.
No le creyó, no la quiso más.
Miré a Carlos, seria.
—¿Y ahora para qué dices eso? ¿Por qué no lo dijiste antes? Carlos, ¿en serio quieres tanto a Camila? ¿Tanto como para ayudarla a lastimar a los demás? Soy tu hermana y Valerie es nuestra amiga de toda la vida. Aunque ya no la quieras, ¿no te queda ni un poco de cariño de esos años? ¿Cómo pudiste volverte así? ¿Cómo pudiste...?
—No es eso. —A Carlos se le llenaron los ojos de lágrimas.
Un hombre hecho y derecho llorando sin poder contenerse.
—No sé cómo las cosas acabaron así. No la ayud