Él dijo con enojo:
—¡Tienes una paciencia increíble! Bueno, te lo voy a decir de una vez.
Alan me miró y dijo con cuidado, palabra por palabra:
—Él está herido. Y además, las heridas son graves.
Mi corazón dio un vuelco. No pude evitar recordar esa vez que me habló por teléfono, con esa tos.
Alan suspiró y continuó:
—Fue una emboscada de Waylon. Le dieron varias puñaladas. Cuando llegué esa noche, él estaba en la sala de emergencias. Intentaba responder a tus llamadas. En realidad, yo lo vi. Pero no permitió que contestara ni que le dijera a alguien que estaba herido. Para evitar que te preocuparas, simulé su voz y te envié un mensaje desde su teléfono...
Sonreí con amargura. Sentí una tristeza indescriptible.
—Vaya que se complicaron ustedes —dije.
—Ah, Aurora, no te enojes. Mateo solo quería evitar que te preocuparas. Ese día estuvo a punto de morir. Cuando despertó y vio la cantidad de llamadas que le habías hecho, casi se vuelve loco. Aun con dolor, te contestó rápido. Pero bueno,