Orgullosa, señalé el suelo.
Javier echó un vistazo y su cara se llenó de seriedad y preocupación.
—Aurora, ven a vivir conmigo, así me va a ser más fácil cuidarte.
Dije que no rápido:
—¡Tengo mi casa! ¿Por qué tengo que ir a vivir contigo?
Javier parecía querer decir algo más, pero lo interrumpí con una sonrisa:
—Ya estuvo. En serio estoy bien. Acabo de limpiar toda la casa. Estoy agotada. Después de comer me voy a bañar y dormir, así que regresa ya.
Con eso, seguí comiendo para que viera que estaba disfrutando la comida.
Javier me miró fijamente un buen rato, luego suspiró.
Puso los medicamentos en la mesa frente a mí y me dijo:
—Tu cuerpo todavía no se ha recuperado del todo. Aquí tienes unas pastillas para calmarte y otras para regularte. Te dejé las instrucciones en el paquete, léelas cuando te las vayas a tomar.
—Está bien.
Le sonreí y asentí.
Me miró un rato más, luego se levantó:
—Entonces ya no te molesto. Si necesitas algo, puedes llamarme.
—Está bien.
Me levanté y lo acompañé