—No es solo suerte. Mateo también tiene coraje y sabe moverse en los negocios. Si fuera yo, ni me atrevería a decir que saldría bien—dijo Alan.
—¿Por qué me cuentas todo esto? —le pregunté a Alan, en tono sarcástico.
—Tienes que entender que el que quiere dejar esta relación no soy yo, es él. Esta vez no soy yo la que lo rechaza, es él... el que no me quiere.
—¡Ay! Mateo es bien contradictorio. Aurora, no te enojes, luego te ayudo a darle una lección—dijo Alan con un tono relajado, alzando la mano como si fuera a dar un golpe.
Lo miré y sentí una chispa de paz en el pecho.
Sabía que lo hacía para consolarme.
Pensé que Alan es muy amable, como un hermano mayor.
—Ustedes han pasado todo el día conmigo, ya pueden irse. Estoy bien—les dije a Valerie y Alan.
—No me voy—Valerie me agarró del brazo y apoyó su cara en mi mano.
—Voy a quedarme contigo en el hospital esta noche.
—Sí, donde esté Valerie, ahí estaré yo. Aurora, esta noche nos quedamos contigo, no queremos que te sientas sola ni te