La nueva serie que Alía protagonizaba giraba en torno a un amor universitario lleno de complicaciones. El protagonista masculino, un joven carismático, pero inmaduro, le era infiel a la heroína con varias mujeres, tejiendo una red de engaños, celos y redención. Samuel, sentado cómodamente en el sofá de su lujosa sala, solo tenía ojos para la actuación de Alía. Para él, su esposa parecía un hada salida de un cuento: su piel blanca y lechosa brillaba bajo las luces del set, y sus labios rosados y jugosos invitaban a ser besados una y otra vez.
A pesar de interpretar a una adolescente ingenua —un rol diferente a las mujeres maduras y sofisticadas de sus series anteriores—, aquí se veía más natural que nunca. Su inocencia fingida contrastaba con la madurez real que había ganado en los últimos meses, y Samuel la encontraba absolutamente adorable, irresistible.
Ambos estaban acurrucados juntos viendo el estreno en la enorme pantalla curva del salón. Alía, con una manta suave sobre las piern