No sé por cuánto tiempo he caminado; tengo ampollas en mis pies de tanto caminar descalza por este terreno lleno de piedras y de espinas.
Me he tapado un poco con lo que me queda de la camisa. Pero la herida que tengo por el disparo está sangrando ligeramente y sé que me estoy desangrando porque mi vista se torna borrosa de vez en cuando. A la vez que siento mis labios tan secos y sé que también me estoy deshidratando.
Pero continuó caminando; voy pasando por una colina y a lo lejos veo un pueblo y una ligera alegría se apodera de mí.
Comienzo a caminar rápido e intentando bajar con cuidado a la vez por la colina. En eso mis ojos se encuentran con los de un hombre y de inmediato noto que trae un arma.
Ninguno de los dos se mueve. Rompo con ese contacto visual. Comienzo a apresurarme a bajar de la colina.
—¡Hoch! —dice el hombre.
No sé en qué idioma me está hablando. No logro entender lo que me dice. No me detengo. Comienzo a sentir como algo baja por mi pierna. Mi