Amarte es mi condena. Cap. 9: Invadiendo propiedad privada.
Salvador besó el cuello de Majo, saboreó su dulce aroma, y su delicada piel, sintió como ella se estremecía ante las caricias que sus labios dejaban en su garganta; sin embargo ella no era consciente de lo que estaba haciendo, y él no quería que luego fuera a arrepentirse o peor aún que lo acusara de haberse aprovechado.
—Creo que es mejor que descanses —susurró, haciendo un esfuerzo sobrehumano intentó separarse de ella, pero Majo lo atrapó con su brazos, y enredó sus piernas en las caderas de él.
—No te vayas, no quiero estar sola —susurró, abrió sus ojos y se reflejó en los de él.
Arismendi sentía como su sangre se iba encendiendo, la tenía ahí bajo su cuerpo como tantas veces lo soñó, pero ella estaba vulnerable y él no era un cobarde.
—Si no me dejas ir, vamos a cometer una locura, y luego te vas a arrepentir.
—Se te olvida que somos abogados, no solemos arrepentirnos de nada.
La mirada de Arismendi brilló al escucharla, ladeó los labios.
—Está bien, si quieres jugar