Amarte es mi condena. Cap. 62: Todo llega en su momento.
Sebastián limpiaba los patios del penal donde se encontraba recluido, aunque a él no le habían dado el mismo castigo que Araujo, los demás reos siempre se burlaban de él, le robaban sus pertenencias, lo golpeaban a cambio de que hiciera sus tareas, y los guardias lo ponían a hacer trabajos de limpieza que jamás imaginó.
—Doctor Saenz —dijo uno de los reos sosteniendo una hoja de períodico—, le tenemos noticias importantes.
Sebastian lo ignoró y siguió con la manguera limpiando el patio.
—Pero qué distinguido, parece que no le gusta mezclarse con los pobres —musitó entonces otros presos lo agarraron por la espalda, y le quitaron la manguera de las manos.
—Yo no me meto con ustedes, déjenme tranquilo —gruñó Sebastian.
—Claro que te dejaremos tranquilo, pero luego de mostrarte algo. —Pusieron frente a los ojos de él la imagen de la boda de Majo y Salvador—, se le casó la novia, debe estar despechado, y le daremos una ayudadita.
Sebas miró esa imagen, Majo se veía radiante en la fo