—Ámbar— la voz sonaba lejana. —Ámbar despierta. — abrí los ojos con lentitud y lo primero que ví me arruinó el día, la semana, la vida entera.
Me incorporé con rapidez hasta quedar sentada en la cama y él se puso de pié ya que antes estaba de cuclillas. Estaba vestido con uno de sus limpios y perfectos trajes a la medida que por un segundo creí que lo sucedido ayer cuando estaba sucio y desarreglado había sido un sueño.
—¿Que quieres? — pregunté con hostilidad aunque el miedo a que me pudiera hacerme algo por todo lo que había ocasionado ayer estaba muy presente.
Se dió la vuelta y empezó a caminar por la habitación.
—Que te levantes ¿a caso no es obvio?— preguntó en retórica pero con desdén en las palabras. — tienes quince minutos para estar lista.
¿Lista para qué?
—No te estoy entendiendo...
—Sólo apresurate. —empezó a caminar hacia la puerta.
—¿Para qué? — pregunté antes de que se marchara.
—¡Joder! ¡Para irnos, Ámbar!— gritó con furia pero ya sus cambios de humor tan drásticos no