Al llegar a mi casa con unas inmensas ganas de llorar, me tiro a la cama y dejo que mis sentimientos afloren. Lloro de dolor y de rabia por no poder hacer nada, por no poder contarle la verdad a Máximo y por tener que trabajar en ese apestoso lugar.
- Te odio, Matías. Te odio - grito lo más fuerte posible, quitando toda esta rabia. Escucho cómo mi celular suena y veo que es Tamara.
- Tam, te necesito - digo entre sollozos.
- Voy para allá. - Cuando llega, le cuento todo lo que pasó y, por algún motivo, me hace sentir mejor.
- Amiga, entiende a Máximo, él debe estar confundido y peor que tú al no saber lo que pasa.
- Lo sé, amiga, pero no le puedo decir lo que me convertí, no por mí sino por culpa de otro - suelto un sollozo.
- Amiga, entonces ¿qué piensas hacer? ¿Seguir trabajando en ese horrible lugar? - yo niego.
- Me pienso ir del país - mi amiga abre los ojos.
- ¿Qué? No, ¿cómo crees? No puedes huir así nomás, ¿qué pasará con Máximo?
- No lo sé, amiga. Creo que a veces es mejor que