Recorro con mis manos la espalda de Alai mientras profundizo nuestro beso. Muerdo suavemente su labio inferior y escucho un gemido.
—Max, espera, por favor —me separo de ella con nuestras respiraciones agitadas.
—Nena, por favor, hablemos —ella da una fuerte respiración y asiente.
—Vamos a tu casa, quiero ver a mi hija —yo asiento y la conduzco a mi coche.
El recorrido fue silencioso, pero no incómodo. Ella iba sumergida en sus pensamientos y yo en los míos. Necesito recuperarla, necesito que volvamos a ser una familia; la necesito como un infierno. Llegamos a casa, bajamos, y lo primero que hacemos es subir a ver a Jazmín.
—Está dormida, mi angelito —me dice Alai tocando su mejilla.
—Ven, mejor bajemos para que no la despertemos —le doy un beso en su cabecita y cojo el monitor. Bajamos y voy a la cocina por un trago para los dos, ambos lo necesitamos.
—Toma —le extiendo el vodka y ella lo recibe.
—Gracias —me siento al lado de ella y la miro esperando alguna reacción.
—¿Por qué no me