El camino de regreso fue en silencio. Demian conducía despacio, con las manos firmes sobre el volante, pero con parte de su atención en lo que a Aria podría pasarle. Sabía que le había dolido lo sucedió en el bar, pero no quería avasallarla, quería darle su espacio. Aria mantenía la mirada perdida en la ventanilla. La ciudad pasaba entre sombras y luces, mientras que el alba estaba haciendo presencia levemente en el cielo.
—¿Quieres que suba la calefacción? —preguntó él, casi en un susurro para quebrar el silencio.
—No, así está bien —respondió ella, sin mirarlo.
Demian volvió a concentrarse en la ruta, atento a cada gesto de Aria. Ella respiraba entrecortado, como si intentara no quebrarse. Cuando doblaron la esquina hacia la zona residencial, él habló con cautela:
—Aria…. ¿Qué quieres hacer, ir a mi casa o qué te lleve a la tuya?
Ella parpadeó, sorprendida por la pregunta.
—Quiero ir a mi casa, por favor —dijo despacio—. Quiero estar sola en este momento, espero no te moleste.
Demia