Todo esto parece tan irreal. No sé si estoy soñando, pero aquí frente a mí está Adrien Giordano, arrodillado y pidiéndome que me case con él. Quién lo diría, el mujeriego de la secundaria ahora está casi rendido a mis pies.
Sé que me lastimó en el pasado, pero ahora entiendo la verdad y sé que todo tenía una razón. Además, la loca de Citlali está en prisión. Ya he sacrificio mucho y debo dejar mis temores atrás y pensar en mi felicidad.
Tomo las manos de Adrien y bajo la mirada, creando suspenso en la escena. Lo miro a los ojos nuevamente y noto que una gota de sudor recorre su sien.
—¿Estás dispuesto a cambiar pañales? —le pregunto. Él me mira un tanto confundido y luego sonríe.
—Claro, si es necesario, yo los cambiaré.
—Cuidado con lo que dices, señor Giordano, o te tomaré la palabra.
—Sabes que por ti haría lo que fuera.
—Entonces, acepto casarme contigo.
Adrien se levanta del suelo y me ayuda a levantarme también. Me abraza cariñosamente y yo correspondo al abrazo. Nos sep