Al escuchar que habría una inspección de los altos mandos, el aire en el aula se tensó de inmediato.
Nunca antes se había oído que vinieran dirigentes a supervisar un examen.
Los pocos estudiantes que pensaban sacar una chuleta la guardaron en silencio: en la Universidad de Finanzas, ser descubierto copiando ante los líderes equivalía a una expulsión inmediata.
—¿Por qué no avisaron antes que vendrían? ¿Quién será el que llegue hoy?
—Quién sabe… últimamente la escuela anda muy revuelta.
Las muchachas del fondo cuchicheaban nerviosas, hasta que el profesor vigilante les lanzó una mirada fulminante; callaron al instante.
Sofía, en cambio, ni se inmutó. Seguía concentrada en su hoja, respondiendo con calma.
De pronto, un murmullo recorrió la sala, seguido de gritos ahogados de sorpresa.
Sofía levantó la vista casi por reflejo.
En la puerta estaba Alejandro.
Su mirada recorrió la clase con parsimonia, como buscando a alguien.
El director, pegado a él, se apresuró a decir:
—Nuestras evaluac