Tomás siempre había sido un chico conflictivo desde sus tiempos en la escuela. Su madre, Luisa, lo había criado como si fuera un príncipe intocable, haciéndole creer que, por ser el herdero de Valdés, todo le estaba permitido.

En la Universidad Pública, su apellido y conexiones le bastaban para hacer lo que quisiera.

Pero esto… esto no era la universidad.

Esto era territorio de élite. Aquí, incluso poner un pie dentro requería cierto estatus.

Y aún así, Tomás tuvo el descaro de traer consigo a un grupo de amigos de clase media, con modales ruidosos y presencia fuera de lugar.

Ese desatino ya había incomodado a más de uno entre los presentes. Para la alta sociedad, sus amigotes simplemente no eran dignos de cruzar la entrada del Hotel Real.

Tomás, sin embargo, se sirvió otra copa de champán. Y en cuanto vio que Lidia se dirigía al baño, hizo una seña a sus lacayos.

—Vamos a ver qué se trae —dijo.

Sofía, que lo observaba desde lejos, intercambió una mirada con Luna antes de encaminarse d