Al atardecer, el exterior del Hotel Real hervía de actividad.
El desfile incesante de coches de lujo, los neones resplandecientes que bordeaban la avenida… todo parecía un espectáculo de exceso y apariencias.
Cuando Sofía y Luna llegaron, la entrada ya estaba atestada de autos de alta gama. Los choferes de distintas familias acomodaban los vehículos con destreza antes de irse a esperar órdenes.
Ellas bajaron del coche, y uno de los conductores del hotel se encargó de estacionarlo con rapidez.
—Vaya circo —murmuró Luna, frunciendo los labios con disgusto—. A Tomás sí que le están dando importancia.
—Vamos —dijo Sofía, sin detenerse.
Apenas cruzaron la entrada, el gerente del hotel, atento como un halcón, la reconoció de inmediato y se acercó con cortesía.
—Señorita Valdés, por aquí, por favor. Permítame acompañarla.
Sofía asintió con elegancia.
Al entrar al salón de banquetes, se toparon con un mar de rostros conocidos. Celebridades del entretenimiento, empresarios prominentes, ejecutiv