C A P Í T U L O III: "Angustia"

Aunque me he mantenido al margen de todo y cualquier cosa que pueda decirle al mundo y más que todo a mi abuelo dónde estoy, justamente hoy me toca salir al exterior.

¡Mi bebé ya viene!

Han pasado ocho largos meses dónde nada ha sido fácil, golpe tras golpe me ha dado la vida.

¿Que irónico verdad? Una vez que nos arriesgamos a algo esto termina muchas veces saliendo mal.

Yo ame, ame con el alma. Me salió caro. Y aunque no me arrepiento de mi bebé si me arrepiento de la manera tan cruel en la que lo estoy trayendo a este mundo carente de humanidad.

Las contracciones cada vez son más seguidas y el dolor es inimaginable e inaguantable, cada vez que siento que ya pararon viene una más fuerte y destructora.

— ¿Cuánto tiempo tienes mamá?

Miro a la enfermera con la cara más maquiavélica que existirá jamás, con toda la dificultad del mundo le respondo, después de todo está haciendo su trabajo:

— Nueve meses.

— ¿Y tú identificación y control del embarazo?

— No tengo nada.

Dije cortante ya que una contracción me robó hasta los suspiros. Ella me dió una mirada llena de reproche y yo solo pude respirar una y otra vez con mucha dificultad.

— Pásenla al piso de maternidad, está por dar a luz.

Agradecí el gesto de la enfermera por no cuestionar en nada más y dejarme pasar a la sala.

Me pasaron y me hicieron todo el proceso pertinente, mi alma seguía abandonando mi cuerpo en cada contracción y es que el dolor era aún más horrible que una fractura y de eso sé bastante.

Sentí algo bajar hasta mi zona v y no pude evitar comenzar a llamar al doctor de guardia.

— ¡Por favor, ayuda!

Casi que de inmediato me atendieron y comenzó la tortuosa hora más larga de mi vida.

Poco a poco contenía mis gritos mientras las voces de las personas encargadas de ayudarme a traer a mi bebé al mundo, se escuchaban lejanas. Todo parecía una película filmada en cámara lenta.

El dolor también pasaba en cámara lenta.

Hasta que sentí tanto alivio que me sentí en una nube, mi mirada se encontraba borrosa y el llanto fuerte de mi bebé me mantenía en el plano de la realidad.

Lo colocaron tan solo unos pocos segundos en mi pecho y ví su carita y sus ojitos intentando abrirse. Sus mejillas regordetas y el abundante cabello que se encontraba en realidad lleno de fluidos. Era hermoso.

Se llevaron a mi rayito de luz un poco lejos de mi pero no dejaba de estar a mi vista.

Desde la camilla podía ver cómo lo aseaban y le colocaban un lindo conjunto blanco, tapando sus piecitos con unas enormes medias para lo chiquito que era. Me sentí confundida de dónde había salido aquella ropa así que con dificultad le pregunté a la enfermera:

— ¿De quién es la ropa?

Señalé a mi bebé.

— Un donador.

— ¿Que sexo es? — Pregunté, ya que por el cordón umbilical que aún estaba pegado a mi bebé se me era imposible saber si era siquiera un niño o niña.

Las enfermeras se miraban entre ellas y optaron por guardar silencio, podía escucharlas murmurar mi inmensa negligencia al no llevar un control de mi embarazo.

Cuando terminaron de hacerme la limpieza me llevaron a una habitación con mi bebé. Otra enfermera de turno me enseñó a darle alimento de mi pecho y me sentí tan llena de vida.

Tan feliz.

No hacía falta nada más, ahora lo tenía todo con solo ver su carita. Pronto llegará la hora de cambiarle el pañal y sabré que nombre ponerle.

Me quedé dormida un largo tiempo, desperté gracias al llanto de mi pequeño rayito de sol.

De inmediato me acomode en la cama y comencé a darle de mi pecho de nuevo.

— Si sigues comiendo así pronto serás una bolita, si mi amor, la bolita más tierna del mundo.

Acaricié su cabecita mientras mi tesorito comía desesperado. Me percate que la ropa que llevaba puesta mi bebé era de una marca muy cara en realidad.

¡Qué donador tan amable!

Pensé.

— Felicidades a la nueva madre.

Mi corazón se detuvo al escuchar aquella voz, no pude evitar sostener a mi bebé contra mi pecho protectoramente. La enfermera que me había atendido al llegar al hospital ingresó con una plácida sonrisa acompañando a mi querido abuelo.

— ¿Qué haces aquí?

— Solo quise venir a conocer a mi bisnieto o bisnieta, no lo sé.

El terror se apoderó una vez más de mi cuerpo.

— ¿Cómo supiste dónde estaba?

— Tenemos aquí a una excelente chica que sabe hacer su trabajo.

Señaló a la enfermera.

>> Resulta que te recordó de cuando hice público mi corte de lazos contigo. ¿Quién iba a pensar que eso me iba a servir para al fin dar contigo? Si que sabes esconderte muy bien, toda una resbalosa. Ten, te traje un excelente regalo.

Se acercó a mí tirando sobre mis piernas unos documentos que muy a la vista decían "Proceso de emancipación" . La enfermera con una jeringa en su mano también se acercó a mí. Sentí miedo.

— ¡Entonces vete de aquí! No necesitamos nada de ti. Cómo bien dices ahora es público ¿Que dirían las personas viéndote aquí al pendiente de tu nieta y su hijo? Pensarán que estás decrépito e incapaz de razonar.

— Pero si no vine por ti, jamás serás capaz de darle una vida digna a la pequeña criatura. Estará mejor conmigo.

Cuando quise comenzar a pegar gritos y suplicar ayuda, un fuerte dolor se situó en mi cuello, la jeringa había sido clavada justo ahí.

>> Ahora duerme querida, duerme.

Sentí como mi bebé era arrebatado de mis brazos y su llanto desconsolado inundaba la habitación.

— ¡No te lo lleves! Mi bebé…— Mordí mi labio para obligarme a mantenerme despierta e hice bruscos movimientos en la camilla que solo lograron aventarme al piso. Los papeles de la fulana emancipación cayeron conmigo manchandose levemente de sangre.

Susurros era todo lo que podía salir de mi boca y la angustia y el dolor se instalaron en mi corazón.

Cinco años después…

Hoy se celebra el éxito de Industrias Fiore cómo una de las empresas más grandes del mundo entre otras cuatrocientas noventa y nueve más. Éxito mundial después de todo. Se llevará a cabo un baile de máscaras y banquete en su nombre en uno de los restaurantes más grandes y prestigiosos de Italia.

Como cierta hermosa y vengativa princesa de Inglaterra, decido llevar un hermoso vestido negro ceñido al cuerpo acompañado de unos zapatos de aguja Louis Vuitton y un antifaz exhuberante adornado con lindas plumas y brillos que dirigían cualquier tipo de atención a mis azules ojos.

Estaba lista.

Aunque mi corazón en este momento esté lleno de esta sed insaciable de venganza, es más importante para mí dar con el paradero de mi bebé.

No he descansado ni un solo día en buscarte mi pequeño rayito lleno de luz y no descansaré jamás hasta tenerte conmigo de nuevo.

Al llegar al Santorini, todas las miradas se posaron en mi. Mi largo cabello estaba tendido en mi espalda pero de vez en cuando esté se ondeaba con el ligero viento.

Busque con mi mirada, mi razón de estar aquí, mi objetivo, hasta que al fin di con él. Aún conservaba toda esa m*****a belleza que algún día me mantuvo cautivada. Su cabello perfectamente peinado hacia atrás y su cuerpo envuelto en un lujoso traje azul marino.

Todo un chico Playboy cómo siempre.

Suspiré y me arme de valor, no creo que me reconozca. ¿O si? Esperé un largo rato para que estuviese solo y cuando al fin llegó el momento no perdí tiempo y me fui a su encuentro.

Con una copa de champagne en mi mano y una seguridad muy propia de mi le hable:

— Buenas noches, felicidades por su triunfo señor Fiore.

Mi voz sonaba un poco coqueta, algo que sin duda sé que llamara su atención.

— Ha costado un poco pero ha valido la pena. Todo gran esfuerzo, deja una gran recompensa.

Tomó un sorbo de lo que supongo es Whisky. El regodeo del triunfo llenando todo su ser.

— ¡Por supuesto! Consolidarse cómo uno de los mejores a nivel mundial es un logro gigante. De hecho una perfecta recompensa.

Le dije soñadora.

— Así es, no la conozco. No nos han presentado. ¿Cuál es su nombre?

Pregunto en extremo interesado.

— ¿A qué se debe el interés?

— Tiene muy buenos temas de conversación señorita…

Dejo la conversación en suspensión esperando a que le dijera mi nombre. Reí un poco. Su astucia sigue presente.

— Me gusta dejar muchas cosas a la imaginación, supongo que no habrá problemas por eso ¿Verdad?

— Ahora tengo más interés, ¿Porque tanto misterio?

Escuché una tierna balada ser tocada y me atreví a invitarle a bailar.

— Si me concede este baile le diré mi nombre.

Sonreí y le extendí mi mano.

— Me siento raro, mayormente somos los hombres quienes invitamos a bailar.

— Puede dar está noche como una diferente a las demás, soy una mujer de armas tomar y centrada. Siempre me gusta dar los primeros pasos.

Su sonrisa se ensanchó y debajo de su antifaz aquella mirada posada en mi dejaba ver el inminente deseo. Mi cuerpo también reaccionó al toque de su mano a la mía, diferentes corrientes eléctricas se pasearon por mi cuerpo.

La piel tiene memoria.

Su mano se envolvió en mi cintura delicadamente y la otra alzó mi mano a la altura de mi rostro, la balada era sumamente lenta y eso hacía que nuestros cuerpos estuvieran tan cerca.

Pero a la vez tan lejos. Mi corazón latía tanto que dolía.

Pero ¡Ya basta! Es solo una ilusión.

— Su olor a vainilla se me hace muy familiar.

Sentí un poco de temor.

— Es un perfume embriagador. Destaca lo que soy, una persona dulce.

Reí burlonamente.

— Lo es. Cómo también lo es usted, no sé si es dulce. Tal vez debería probar y comprobarlo.

Mis piernas temblaban y de inmediato sentí pánico ligado a una calentura inminente y abrasadora, ¿Porque estás palabras tan de repente?

Tragué grueso, en mi mente estaba buscando algo correcto que contestar, mire a mi alrededor y me encontré con las miradas interesadas en nosotros.

— Todos nos miran.

— Mientras siempre seamos solo tu y yo no importan cuántos ojos nos miren. Me gusta dar espectáculos, ¿A usted no señorita?

Aquellas palabras me pusieron sobre aviso, aquellas palabras ya las había escuchado antes, ¿acaso él me reconoce?. No pude pensar coherentemente ya que su mano la cual se encontraba en mi espalda fue bajando de a poco al punto de posarse en el comienzo de mis nalgas. Su toque se sentía como fuego encendiendo mis apagados sentimientos.

En algún momento quedé observando hacia el vacío callada, no podía seguir diciendo nada más. Mi vista se fue hacia las puertas y pude ver cómo las miradas estaban posadas en nosotros ya que nuestros cuerpos manejaban tanta sincronía que era un deleite para los ojos acusadores presentes aquí.

¡Sí! Todo un espectáculo.

Una larga cabellera rubia se hizo notar entre las otras presentes y es que sentía que ya la había visto antes. Cuando al fin pude vislumbrar su cuerpo entero un niño se encontraba en sus brazos, ellos se dirigían a nuestro encuentro.

— Creo que te buscan.

Por inercia me separé un poco de él y de inmediato su cuerpo se separó de mí, no sin antes dejar una estela de su suspiro en mi cuello que hizo que todos mis vellos se pusieran de punta y un escalofrío recorrió mi cuerpo.

No podía ver su expresión ya que se encontraba de espaldas a mi. Pero si pude escuchar como aquel lindo niño lo llamaba:

— ¡Papá!

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