La alarma suena y me remuevo solo para darme cuenta de que estoy restringida por unos brazos.
Miro hacia abajo y me encuentro con el cuerpo de Roman cubriéndome por completo, su respiración es suave y acompasada. Lo que me dice que está profundo.
Alargo la mano y apago el despertador que este puso para que yo pueda dejar su cama e ir a la mía.
Intento deshacerme de su cuerpo, pero este me sostiene con fuerza y resopla.
—No es justo lo que haces.
Me remuevo entre sus brazos y lo miro. Tiene un gesto soñoliento y el ceño fruncido.
Acaricio su rostro con cariño y niego.
—Quedamos en algo.
Murmura bajo.
Roman y yo hemos pasado una noche hermosa y caliente. El hombre me ha dado lo que pensé jamás volvería a sentir.
Me hizo sentir conectada a una persona. Me hizo sentir… querida y la verdad me asusta un poco, pero no voy a dejar que el miedo me coma la cabeza.
—Quédate. Nadie sube tan temprano y Paloma no se levanta a menos que una guerra se desate.
Río entre dientes.
—Debo irme y lo sabes.