En un momento llegamos a pensar que estaba muerto. Javier estaba convencido, a pesar de que aún podía sentir el vínculo de trillizos... ¿cómo pudo hacer eso... a su familia?
A su manada.
Toda esperanza de que una sonrisa apareciera en mis labios desapareció cuando la ira tomó la delantera, ardiendo salvajemente dentro de mí, una ira que nunca antes había sentido.
¿Quién se creía que era?
Mantuve mis ojos en él, mi loba, más que nada, decidida a no darle la espalda, este era un lobo depredador... el de más alto rango en una manada, que ya se me había acercado hoy sin que yo me diera cuenta.
Lentamente, me acerqué a la tumbona y tomé mi bolso. Necesitaba salir de allí, alejarme de él.
Necesitaba un poco de espacio para despejar mi cabeza.
Comencé a moverme, casi al ritmo de una carrera, hacia el edificio principal del hotel, cuando él me agarró del codo, tirando de mí contra su duro pecho. Un shock estático fue notable por su contacto.
El celestial aroma a coco, que se había intensificad