—No porque no merecieras una loba, no porque no quisiera que la tuvieras... sino porque significaba que nunca me dejarías. Mi dulce niña, siempre a mi lado.
—Oh, papá... —Me levanté, rodeé su escritorio y coloqué mi mano en su nuca. Él giró para mirarme, tomó mis manos entre las suyas.
—Por mucho que me duela decirlo... tienes mi bendición para unirte a él.
—Gracias, papá...
***
Nunca pensé que sería capaz de hacer esto.
Nunca pensé que llegaría este día.
La luna estaba en su plenitud, su etérea luz blanca brillaba sobre mí... podía sentir su bendición en el tacto de sus rayos.
Estaba de pie afuera, con un vestido de seda color plata, toda la manada estaba detrás de mí.
Esta sería mi primera carrera con la manada.
Mañana me iría por un año. Enrique intentó oponerse, intentó asegurarme que haría que funcionara, que dejaría su programa, pero no tenía que hacerlo.
Yo no quería que lo hiciera.
Además, tenía este presentimiento de que necesitaríamos tantos Alfas como fuera posible. Que derr