Dejé que sus palabras calaran hondo, repasando en mi mente lo que acababa de decir.
—No necesito protección, Lucas, puedo protegerme sola. Quiero construir una vida contigo y compartir recuerdos... no que estés a mi lado solo para protegerme. Eres mi compañero, no mi guardaespaldas.
—Soy ambos. Esta es tu manada, tu hogar. Por mucho que me duela, sé que estar sin ti me dolerá más. No quiero detener el programa de entrenamiento de Alfa, pero...
—No quiero que renuncies a eso. —mis manos acariciaron la línea de su mandíbula. La barba de un día hacía cosquillas bajo mi tacto. El programa de entrenamiento de Alfa era su orgullo y alegría, algo que creó él mismo, sin ayuda, lo hizo realidad él solo. Nunca podría esperar que renunciara a eso, no por mí, ni por nadie.
Tomó mis manos de su rostro, colocándolas sobre mi regazo, sosteniéndolas entre las suyas.
—No puedo ofrecerte una manada, mi manada fue destruida. Cualquier derecho a ser Alfa murió cuando mi manada murió. He pensado en comenza