Punto de vista de Josefina
Entrar en mi casa no fue el tranquilo regreso del hospital que había esperado. Debió haberse corrido la voz de que el doctor Alberto me había dado el alta esa misma mañana, siempre y cuando prometiera tener mucho descanso en la cama.
Hizo hincapié en que me visitaría para asegurarse de que estaba siguiendo sus órdenes, algo que no pareció sentarle bien a Lucas.
Por mucho que amara ese hospital, prefería ser yo la que brindaba ayuda, no la que la recibía.
Así que, cuando entré en el pasillo y encontré pancartas, globos y personas gritando “Bienvenida a casa”, no pude evitar que una sonrisa se posara en mi rostro. Pensé que mi regreso sería discreto, que todos estarían ocupados en el entrenamiento.
Mi sonrisa se hizo más amplia cuando vi a Jorge en la esquina junto a mamá, estaba feliz de que aún no se hubiera ido. Sabía que lo haría, podía sentirlo, sentía que necesitaba irse, pero aún no sabía por qué.
El hombre idéntico a solo unos metros de él sentía lo con