Liuggi, llegó a Florencia después de casi dos horas de vuelo, al bajar de avión sintió un leve mareo, camino con una sensación de estrago, Orlando lo estaba esperando en el hangar, cuando lo vio movió en forma negativa la cabeza.
—¡Maldita sea Liuggi! ¡Te estás matando! Vamos a comer —expresó el hombre tratando de poner mayor firmeza en la voz.
—No deseo comer Orlando, no tengo hambre. Si muero ¿A quién le importa? —expresó en tono descuidado.
—Cuando Lisbani aparezca va a ver un espantapájaros, ni siquiera tendrás fuerzas para cargarla ¿Eso quieres? —inquirió alzando las cejas.
Liuggi respiró profundo, terminó cediendo.
—Está bien, compramos algo para llevar y me lo como en el departamento —propu