Capítulo 49. Parte 3
Diego:
Furioso con la amenaza de Ambra, intento sacármela de encima, pero, de un momento a otro, sin darme cuenta, la toalla que tengo en la cintura cae al suelo, dejándome completamente desnudo. Ambra sonríe triunfante, posando una de sus manos sobre mi miembro; no obstante, la miro a los ojos sin mostrar expresión alguna.
—Sé que te gusta, mi amor...
Sin quitar mi mirada de la suya, le demuestro que no la amo, que no la deseo, pues, como el hombre que soy, mi pene descansa plácidamente ante su contacto. Con la belleza y experiencia de Ambra, cualquier humano —incluido yo, antiguamente— caería rendido ante ella; sin embargo, aquí estoy, siendo un simple mortal, orgulloso frente a la misma Afrodita.
—Vete —digo, seguido de un suspiro.
—¿Qué pasa? —cuestiona, un tanto aturdida—. Vamos, Diego, sé que lo quieres también. Siempre ha sido así, ¿no ves que te deseo?
—No, Ambra —respondo, sonriendo, mientras su mirada asustada me enaltece—. No me gustas, no me excitas, no te deseo —aclaro—.