Capítulo 29. Seres únicos
Dragos ha experimentado millones de veces la vida de las personas pasar frente a sus ojos, pero el saber con certeza lo que siente otra persona y que en especial sea Sophia es el peor castigo que la diosa pudo imponerle.

—Selene, danos la oportunidad —musitó él, rogando como lo hacía cuando era un niño, como olvidó hacerlo hace cientos de años.

En ese mismo instante Dragos sintió como si extinguieron las brasas que los consumían.

Sophia levantó la cara, sintiendo que el dolor empieza a ceder, su cuerpo ha aceptado la cicuta, mientras aceptaba el poder vampírico de él, ahora no le hace daño, se han sellado las células que rechazan el veneno como si fueran cápsulas de cicuta dentro de ella.

Sophia miró a Dragos y aún no puede creerlo, pero tiene la certeza de que está bien, así que sonríe.

Dragos quitó el cabello de su rostro y pasó los mechones detrás de sus orejas y también le sonríe, sus colmillos son visibles porque está a tope de poder, ella mantiene sus ojos rojos,
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