Arawn me acompañó hasta el coche, y allí nos despedimos.
—Supongo que, ahora que tendrás un hijo con él, esa petición de ayudarte a dejar este lugar... se ha esfumado —me dijo desde la ventanilla.
Esbocé una tensa sonrisa y con algo de culpa, negué una vez.
—Así es, ya no puedo irme. Aun así, gracias por todo el apoyo, Arawn.
Él asintió lentamente y se alejó dos pasos del coche, me despidió con un gesto y se alejó caminando por la calle. Yo me quedé sentada, inmóvil durante un minuto, luego encendí el coche y conduje de regreso a la fortaleza del Alfa.
Él, claro, ya esperaba por mí a las puertas de esa gran construcción. Esperó pacientemente a que bajara del coche antes de acercarse despacio.
—¿Y bien? —preguntó a escasos pasos de mí—. ¿Qué te parece mi elección? Fue difícil.
Expiré profundo, mirando su rostro tranquilo. Después le sonreí y me aproximé a él.
—Gracias, Tarren. Gracias por dejarlos ir, a pesar de todos los problemas que te he dado.
Él me devolvió la sonrisa y