Transcurrieron unas cuantas semanas en las que vivimos en esa casa, y lo disfrutamos bastante. Pues mientras en el exterior se vigilaba constantemente y había hombres custodiando la casa día y noche, en el interior el ambiente era distinto. Tarren y yo gozábamos ver crecer a nuestra hija, y pasábamos el mayor tiempo posible juntos. Él solo salía ocasionalmente, y era únicamente para hablar con Noé sobre la posible ubicación de Arawn.
Una tarde salió y por primera vez me dejó sola en la noche, pero al amanecer escuché abrirse la puerta. Al principio temí y me acerqué a ella conteniendo el aliento. Pero cuando Tarren entró, de inmediato fui a su encuentro.
Él me sonrió y se hizo a un lado para dejar entrar a alguien más. Yo me detuve en el acto, observando aparecer a mi papá.
—Mi pequeña.... —dijo al verme frente a él.
Me tembló el labio inferior, pero no lloré. Solo sonreí nostálgicamente y me aproximé para abrazarlo. Él me recibió, feliz y tan emocionado como yo.
—Esperé tanto pa